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Ayuso responde a los desprecios del Gobierno: guerra total

Madrid no se queda de brazos cruzados ante un Ejecutivo que parece disfrutar ninguneándola. Sánchez ha querido convertir a las Fuerzas Armadas en un arma política y ha encontrado una respuesta que lo deja fuera de juego: si no respeta a Madrid, que no espere ser bienvenido

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz AyusoEuropa Press

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El enfrentamiento entre el Gobierno de Pedro Sánchez y la Comunidad de Madrid ha alcanzado un nuevo pico de tensión. El Ministerio de Defensa ha decidido vetar el desfile militar en los actos del 2 de mayo, Día de Madrid, y prohibir a Isabel Díaz Ayuso presidir la jura de bandera civil prevista este fin de semana en Alcobendas. La respuesta de la Comunidad no se ha hecho esperar: nadie del Ejecutivo central será invitado a la celebración madrileña. Es un paso más en una guerra que Sánchez parece empeñado en librar contra Ayuso, una obsesión que ya roza lo enfermizo.

No es un hecho aislado. El Ministerio de Defensa, convertido en ariete político, ha optado por romper con una tradición que lleva décadas honrando a las Fuerzas Armadas en Madrid y que nunca había sido cuestionada, ni siquiera en los tiempos de gobiernos socialistas menos beligerantes. Prohibir a Ayuso estar en Alcobendas, además, es un gesto que trasciende lo institucional y se percibe como un ataque personal. Pero Sánchez no se conforma con estos desplantes: su fijación con la presidenta madrileña lleva años dejando un reguero de agravios. Desde la pandemia, cuando Madrid se convirtió en el punching bag del Gobierno central por no plegarse a sus restricciones, hasta el reparto desigual de menores no acompañados, donde la región ha cargado con un peso desproporcionado mientras otras comunidades miran para otro lado, el Ejecutivo no ha dejado de apretar las tuercas.

A esto se suman los ataques directos de Sánchez, que no duda en señalar al hermano de Ayuso -sin cuentas pendientes con la Justicia- como si fuera un corrupto, o en lanzar dardos envenenados contra su pareja. Todo vale con tal de desgastar a una presidenta que, le guste o no al PSOE, sigue al frente de una región clave. Es una estrategia que dice más de la mezquindad del presidente del Gobierno que de los supuestos pecados de sus objetivos. Si hay corrupción que demostrar, que se presenten pruebas; si no, lo que queda es el retrato de un líder incapaz de competir en las urnas sin recurrir al barro.

La decisión de Ayuso de no invitar al Gobierno al 2 de Mayo es una réplica lógica a tanta hostilidad. Madrid no se queda de brazos cruzados ante un Ejecutivo que parece disfrutar ninguneándola. Sánchez ha querido convertir a las Fuerzas Armadas en un arma política y ha encontrado una respuesta que lo deja fuera de juego: si no respeta a Madrid, que no espere ser bienvenido. El desfile ausente y la jura vetada no son solo un golpe a la presidenta; son un desprecio a los madrileños que valoran estos actos como parte de su identidad.

La obsesión de Sánchez con Ayuso no tiene visos de parar. Cada nuevo agravio -desde la pandemia hasta los menas, pasando por los insultos a su familia- es una muestra de que el presidente no soporta que Madrid, bajo su gestión, sea un contrapunto a sus políticas. Pero esta vez, con su torpe maniobra a través de Defensa, ha dado un paso en falso. El 2 de Mayo será una fiesta madrileña sin la sombra del Gobierno. Y Sánchez, perdido en su vendetta, se quedará mirando desde fuera.

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