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ENFOQUES DEL DIRECTOR

La orden que ha dado Sánchez ante todos sus casos de corrupción: "Aquí no dimite nadie"

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Pedro Sánchez tiene muy clara una cosa ante los casos de corrupción que le cercan cada vez más: aquí no dimite nadie. Esa es la orden que ha trasmitido a todos los que de una manera u otra se ven salpicados por los informes de la UCO, autos judiciales e informaciones de la prensa. Prietas las filas y aguantar lo que sea.

Es lo que está sucediendo en todos los casos. En el del fiscal general ya vemos que Álvaro García Ortiz resiste de forma increíble e impresentable en su puesto a pesar de estar investigado, señaladísimo por el juez y a medio paso ya de sentarse en el banquillo de los acusados para ser juzgado. Él actúa como si todo fuera una gran injusticia, una persecución y resiste en el cargo aún a costa de destruir la imagen y la credibilidad de la institución.

En el caso Ábalos, tres cuartos de lo mismo. Reyes Maroto, ex ministra de Industria, y Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial, han mentido y están achicharrados. Afirmaron no conocer a Aldama, pero se ha demostrado que se cruzaron decenas de mensajes de WhatsApp. La mentira es motivo más que sobrado para dimitir, pero siguen las instrucciones: aquí no dimite nadie.

¿Por qué? Pues muy sencillo, si alguien dimite el caso sube un peldaño o varios de intensidad y de nivel. Pongamos que dimite el fiscal general. Todas las miradas se volverían entonces a La Moncloa, partícipe también, según el juez, de la filtración. ¿Quién en el Ejecutivo asume la responsabilidad? Esa sería la pregunta que se instalaría de manera inmediata en el debate público. Ahora nos entretenemos en exigir la dimisión de García Ortiz y seguiremos haciéndolo mientras siga en el cargo.

Muy parecido es lo del caso Ábalos. Si la exministra Reyes Maroto o el ministro Torres dimiten, el caso ya no sería el de un ministro díscolo, José Luis Ábalos, sino el caso del Gobierno de Sánchez. Corrupción instalada en el Consejo de Ministros. De nuevo, los focos se volverían hacia Pedro Sánchez.

Es decir, los ministros señalados y achicharrados, el fiscal general, todos, son cortafuegos para Sánchez. Mientras aguanten, el incendio no le llega. Aquí no dimite nadie, no, pero no por el bien de los señalados sino por el del propio líder, un hombre que solo busca su propio beneficio.

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