TRIBUNA INVITADA
Stampa Máximo, el gladiador del palatino
Cuando la arena vence al poder imperial de la fiscalía.

Ignacio Stampa
La historia reciente de la Fiscalía General del Estado bien podría haber sido escrita por Ridley Scott. La épica de Gladiator resuena con fuerza en el devenir de Ignacio Stampa, el fiscal que se ha convertido en un gladiador moderno, forzado a batirse en la arena pública para defender su honor y su carrera frente al emperador de turno: el fiscal general Álvaro García Ortiz.
La analogía es irresistible. Como Máximo Décimo Meridio, Stampa era un servidor leal a la causa republicana de la Ley y la Justicia, un fiscal curtido en la lucha contra las cloacas del Estado. Pero como en el Senado romano, donde las intrigas, los favores y las venganzas personales tejían el verdadero tejido del poder, Stampa se convirtió en objetivo de una maquinaria diseñada para aplastar a quienes no se arrodillan ante el César de turno.
Ese César, en este caso, no es un emperador solitario. Es el dúo imperial que durante años ha manejado el Palatino judicial: Dolores Delgado y Baltasar Garzón. Un matrimonio político que, desde la cúspide del poder fiscal, ha tratado la Fiscalía como si fuera un patrimonio imperial, donde las lealtades cuentan más que la independencia, y donde los gladiadores incómodos son enviados a la arena pública para ser devorados por las fieras mediáticas.
El Palatino: cuna del poder y de la decadencia
Conviene recordar que, en la Roma clásica, el Palatino era mucho más que una colina. Era el corazón físico y simbólico del poder imperial. Aquí vivieron Augusto, Tiberio y Domiciano, y aquí levantaron sus suntuosas residencias oficiales. De hecho, la propia palabra "palacio" nace de este lugar, porque el Palatium fue sinónimo de poder absoluto. Gobernar desde el Palatino significaba estar por encima de las leyes, manejarlas a conveniencia y definir quién vivía y quién moría, al menos políticamente.
Con la llegada de Dolores Delgado a la Fiscalía General, el Palatino moderno se trasladó al corazón de la Carrera de San Jerónimo. Desde allí, y siempre con la sombra omnipresente de Garzón a su lado, comenzó una purga silenciosa que tuvo como objetivo a Stampa. ¿Su pecado? Haber llevado con rigor y sin servilismo la investigación del caso Villarejo, un sumidero de secretos que tocaba de lleno al entorno de poder del propio Garzón. La estrategia imperial fue clara: someter a Stampa a una esclavitud administrativa, un expediente interno eternamente abierto, una tortura burocrática para impedirle renovar en Anticorrupción.
La honorabilidad de la Fiscalía es más que su reputación interna; es la garantía de que la Justicia no es un espectáculo de sangre y traición, sino un ejercicio de imparcialidad y verdad. Sin honor en la Fiscalía, no hay confianza ciudadana, y sin confianza, el sistema entero se tambalea, como Roma antes de su caída.
La arena y las fieras
Igual que Máximo fue arrojado a la arena tras ser despojado de su rango, Stampa fue expuesto a la opinión pública como un fiscal bajo sospecha, una víctima de filtraciones interesadas que lo colocaban ante la opinión pública como un profesional desleal o contaminado. Pero, como el protagonista de Gladiator, el fiscal no aceptó el destino escrito desde el Palatino. Optó por luchar, espada en mano, enfrentándose al monstruo de la maquinaria institucional.
La victoria ha llegado ahora, con la sentencia de la Audiencia Nacional, que desmonta pieza por pieza la maniobra de la Fiscalía General y acredita que el expediente contra Stampa fue una caza de brujas injustificada y abusiva. El gladiador ha vencido al sistema, no con favores o alianzas, sino con el único escudo que tiene un hombre justo: la verdad.
El emperador tambalea
Y mientras el gladiador recupera su honor, el César moderno, Álvaro García Ortiz, ha visto tambalear su propio imperio. Su imputación por revelación de secretos —al haber presuntamente filtrado datos confidenciales sobre el novio de Ayuso— convierte a este fiscal general en el primer alto cargo de la Fiscalía investigado penalmente en democracia. Un golpe brutal para quien heredó el poder imperial del tándem Delgado-Garzón y creyó, quizá, que las leyes que él aplica no regían dentro de su propio palacio.
El Palatino fiscal, ese centro de poder desde el que se han tejido intrigas durante los últimos años, está en llamas. Y como sucedió con Roma, cuando el poder se ejerce sin límites ni contrapesos, termina devorándose a sí mismo.
Una lección histórica
La historia de Stampa es, al final, una advertencia que resuena más allá de su caso particular. Es la prueba de que cuando la toga se convierte en túnica imperial, cuando la Fiscalía deja de ser un instrumento de la ley para transformarse en un instrumento de venganza y control político, el sistema entero se corrompe. Y es también la prueba de que, a veces, un solo hombre —armado únicamente con la verdad— puede poner en jaque a todo un imperio.
En Gladiator, Máximo muere al final, pero su sacrificio devuelve el poder al Senado y al pueblo. Stampa, por suerte, sigue vivo y ha demostrado que se puede sobrevivir a la arena y volver para contar la historia. La pregunta es: ¿estamos dispuestos a escucharla? ¿O seguiremos aplaudiendo desde las gradas mientras el siguiente gladiador es arrojado a las fieras?