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Bellingham rescata a un Madrid líder del infierno de un incandescente Mestalla

El Valencia planteó un partido durísimo: se adelantaron en el marcador, maniataron a los blancos, Jude falló un penalti, anularon un gol a Mbappé y Vinicius se autoexpulsó, pero los de Ancelotti remontaron

Jude Bellingham celebra el 1-2 en Mestalla

Jude Bellingham celebra el 1-2 en MestallaIvan Terron

Miguel Queipo
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Miguel Queipo de Llano

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Fue un partido más tenso que el arco de Orzowei, y perdón por el chiste para cincuentones. El Real Madrid le dio la vuelta al partido ante el Valencia en un Mestalla incandescente y, con un postrero gol de Bellingham tras un error inconcebible de Miramón, se impuso (1-2) a los de Carlos Corberán, nuevo entrenador ché, para encaramarse al liderato liguero.

El Madrid sobrevivió a un partido complicadísimo. La afición valencianista llegó encendida al partido, no sólo por el adversario sino también por las protestas previas en los alrededores del estadio contra Peter Lim, dueño del club, y donde hubo hasta cargas policiales, y el equipo de Corberán salió al campo hiperventilando. Motivado, pujante, intentando demostrar que con el 2025 la cosa va a cambiar tras su desastroso 2024. 

Ancelotti decidió alinear de arranque a Vini, Mbappé, Rodrygo y Bellingham y eso, querido Carletto, no funciona ni en los videojuegos. El Madrid no le encontraba sentido al enigma que no le dejaba existir, que cantaría Radio Futura, y el Valencia rondaba a un prodigioso (otra vez) Courtois con mucho peligro. Hugo Duro, ex de la Fábrica, cumplió con su ritual de marcarle a los blancos, tras una jugada que se inició con una falta previa clamorosa sobre Rodrygo que no vio el VAR, y eso le dio alas a los valencianistas.

Porque todo hacía indicar que el Valencia se iría a desplomar físicamente por el titánico esfuerzo. Pero sucedió lo contrario: el tanto fue un chute de queroseno en el motor ché. Con Javi Guerra dejando muestras de una enorme clase (y también de errores pueriles fruto de su juventud, todo hay que decirlo), el Madrid trataba de organizarse, pero sin tino. Ceballos desaparecido (en cuanto le elogian por un partido, se esconde: este tipo tenía que ser agente de la CIA, pasar inadvertido a ojos de los demás, y sería un centrocampista colosal) y Valverde corriendo por los cuatro de arriba y tapando agujeros por todas partes.

El Madrid vivía de la salida de balón de Rüdiger, erigido en un nuevo tótem madridista: pelea, gesticula, grita, te pone ojitos, corre como si fuera un actor secundario de The Walking Dead... pero es esencial en este equipo por todo. Liderazgo, se llama eso. Así encontró el Madrid un gol por medio de Mbappé, anulado por un fuera de juego ajustado. Y poco después, forzó un penalti que Bellingham estrelló en el palo. No parecía ni mucho menos el día del Madrid.

Menos aún cuando Vinicius, en una de esas salida de pata de banco indignas de un futbolista profesional, se autoexpulsó por atizar con las dos manos al portero valencianista en un rifirrafe de los que con un par de insultos se arregla todo. Le cazó el VAR y se fue a la calle ante el regodeo del estadio valencianista. Pero curiosamente, no es que no fuera el día del Madrid. Es que no era el día del Valencia, en un inesperado giro de guión.

Salió Modric, y pese a tener más años que el Partenón, su clase se nota. De repente, el juego del Madrid, con diez, comenzó a tener sentido. Y el croata, que igualaba en número de partidos (507) con la camiseta blanca a dos mitos como Pepe Pirri y Míchel, obtuvo su recompensa marcando el 1-1 ante la desesperación de un Valencia que veía el premio cerca. Pero todavía fue más cruel el partido con ellos.

Porque en el alargue, el Dios del fútbol sentenció lo de casi siempre: que gana el Madrid. Un error de Foulquier (el único, porque cuajó un partidazo) dejando un balón muy corto provocó otro fallo, monumental, de Hugo Guillamón. El balón le llegó a Bellingham y Jude no perdió la ocasión para hacer el 1-2, celebrar como él solo sabe y gritar a los cuatro córners de Mestalla que el Madrid es, ahora sí, el líder de LaLiga, pese al morrocotudo susto de un zapatazo de otro ex de la Fábrica, Luis Rioja, a la cruceta en el último balón del partido. Sí, giro inesperado de guión. Pero al final siempre gana el Madrid.

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