Javier Rupérez: 'Recuerdo a Otegi cuando me secuestró, ahora condiciona lo que hace Pedro Sánchez'
Javier Ruperez, secuestrado por ETA y político con larga experiencia en la vida diplomática (ha sido embajador de España en EEUU y ante Naciones Unidas), denuncia la inmoralidad de los pactos del Gobierno de Pedro Sánchez con Bildu y Junts. A punto de ser integrante de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, nos cuenta todo lo que piensa.
Javier Rupérez pasó por los micrófonos de ESdiario TV para analizar la panorama político actual. Rupérez, víctima de la violencia de ETA, con una larga experiencia como embajador en la OTAN, embajador de España en Washington y un currículum inmenso en cargos políticos, se refirió a los pactos del Gobierno con Bildu, la actualidad del Partido Popular y las decisiones de Pedro Sánchez y Europa ante la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
P. Así a bote pronto, ¿cómo ve el momento político español actual?
R. Preocupante, preocupante. Las decisiones que esta está tomando el Gobierno en este momento dependen fundamentalmente de una serie de partidos, minoritarios en el contexto nacional, que lo que quieren es destruir España. Y esa es una situación realmente muy preocupante. Lo estamos viendo prácticamente todos los días, en donde el Gobierno y su presidente ceden de una manera drástica ante la exigencia que le someten los partidos separatistas. Y eso está creando unas disfunciones enormes que tienen que ver, primero, con la falta de correspondencia con lo que es la voluntad mayoritaria del país, que no está ciertamente por esa línea, y al mismo tiempo también con una ruptura institucional y con una pérdida de reputación internacional muy importante. Es preocupante. Desde mi experiencia política, yo creo que es la peor situación desde los momentos de la transición, desde todo lo que fue la gestación constitucional, los cuarenta primeros años de la democracia. Yo creo que estamos viviendo un momento muy preocupante y a mí me gustaría que el Partido Socialista Obrero Español recapacitara sobre las decisiones que están tomando, porque tienen que ver no únicamente y no principalmente con sus propios intereses, sino fundamentalmente con la necesidad y con los intereses de todo el pueblo español.
P. Usted estuvo secuestrado por ETA. Cuando ve que, para poder seguir adelante, el Gobierno pacta con Bildu, y en Bildu está Arnaldo Otegi, que estuvo relacionado con su secuestro, ¿cómo gestiona esto?
R. No es que tenga algo que ver, es que fue él el secuestrador. Y cuando uno contempla, no sólo yo sino cualquier otro, el hecho de que uno de los socios principales que mantienen al Gobierno de España en la Moncloa es precisamente un secuestrador convicto y confeso, y naturalmente a ello se añade mi propia vivencia personal, pues realmente la reflexión es muy amarga. Muy amarga y muy preocupante. Es decir, estamos también en manos de secuestradores, de secuestradores convictos y confesos que nunca se han arrepentido de lo que hicieron y que siguen pensando que lo que hicieron estaba justificado. O sea que es una situación doblemente dramática y doblemente preocupante.
Una de las cosas que tenemos que recordar es que los terroristas, que al fin y al cabo son los responsables de muchas muertes, heridos y exiliados, son terroristas, siguen siendo terroristas. Y desde ese punto de vista, yo creo que lo que tenemos que recordar es que ellos siempre pensaron que tenían el derecho a hacer aquello. Y aquello fue una monstruosidad, una monstruosidad que acabó finalmente, pero que acabó con una serie de de muertes y de dolores enormes. Y claro, vuelvo a decir lo mismo, contemplar que esa gente en este momento forma parte del apoyo al Gobierno es extremadamente preocupante.
P. ¿Usted ha vuelto a ver a Arnaldo Otegi después de que le secuestrara?
R. No le he visto. De hecho, tampoco le reconocí, porque tenía la cara tapada en aquel momento. Es decir, que lo sé porque una de las integrantes en el comando que me secuestró, una súbdita francesa, hizo unas declaraciones cuando fue detenida por la policía, en las que reconoció con nombres y apellidos quiénes eran los secuestradores, y uno de ellos era Arnaldo Otegi.
P. Entrando ya en el plano internacional, estamos viendo a Pedro echando en cara al PP que en Alemania el CDU no pacta con el partido más a su derecha, AfD, como sí se hace en España con Vox. Pero en Alemania tampoco se plantea que nadie pueda pactar, si es que lo hubiera, con un partido como Bildu o como Junts, que tiene al frente a un prófugo de la justicia.
R. Yo creo que una de las cosas que teníamos que recordar es que, en el sistema electoral alemán, hay una medida que es muy significativa: todos aquellos partidos que no llegan a alcanzar el 5% del voto nacional, no entran en el Parlamento. Esa medida en España no existe, y si vamos contemplando cuáles son los porcentajes de los votos de unos y otros, nos encontramos que en este momento el Gobierno de España está en manos de gentes que no llega al 10% del voto nacional, lo cual es realmente preocupante, pero son ellos lo que efectivamente marcan la dirección.
En Alemania, sin embargo, estamos viendo también situaciones que son preocupantes, precisamente por el crecimiento de la ultraderecha, que además tiene también otras connotaciones porque resulta que los votantes mayoritarios de la ultraderecha vienen precisamente de la Alemania del este, que era la Alemania comunista. Pero claro, en el fondo, tanto la la Democracia Cristiana como la socialdemocracia, tienen mayoría suficiente como para no tener que fundamentarse en esos partidos minoritarios que no llegan al 5%. Uno de ellos, por cierto, era un partido tradicional, también aleman, que era el Partido Liberal; no ha llegado al 5%, con lo cual no entra, no está. Creo que eso es una de las cosas que teníamos que replantearnos también por razones, digamos, de vivencia puramente democrática. ¿Cómo es posible que la vida del país esté en manos de unas minorías, en términos estrictamente numérico? Eso tiene poco que ver con la democracia.
P. Según las encuestas, el PP tiene una opción real de Gobierno pactando con Vox. ¿Hace bien el Partido Popular pactando?
R. El Partido Popular en este momento claramente es el partido mayoritario, no tiene mayoría absoluta, pero es el partido mayoritario. Evidentemente, en cualquier composición gubernamental en la cual pudiéramos pensar, efectivamente tendrían que entenderse el Partido Popular y Vox. Yo no entro ni salgo, no estoy en este momento en la política directa. Pero creo que tendría una responsabilidad enorme precisamente de salir del impasse en el cual estamos metidos en este momento gravísimo. Hay que ver también exactamente cuáles han sido las evoluciones de unos y otros, el Partido Popular también cometió sus errores, que al fin y al cabo esos errores explican por qué nació Vox, y yo creo que ahí hay una mayoría, clarísimamente una mayoría capaz de gobernar. Tendrían que pensar unos y otros cuáles son los términos de un posible acuerdo, no para llegar al Gobierno, sino para salvar lo esencial del funcionamiento democrático en este país.
España ante el mundo
P. Uno de los asuntos que está causando más fricción en ese bloque del centroderecha de VOX y el Partido Popular es el asunto de Ucrania y Donald Trump. El PP se está posicionando en favor de Ucrania, en contra de esta irrupción de Trump y a favor de las acciones de la Unión Europea. ¿Lo que está haciendo la UE es suficiente para marcar una posición distinta a lo que está ocurriendo con Donald Trump y con Ucrania?
Yo creo que el Partido Popular lo que está haciendo es posicionarse con la experiencia internacional que hemos vivido en los últimos ochenta años, prácticamente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, que ha significado el periodo más largo de vida estable y pacífica -a pesar de los errores- que hemos conocido en el último milenio. Eso en este momento está roto, y está roto fundamentalmente por la presencia de Trump en la Casa Blanca, y al mismo tiempo también por todas las situaciones que estamos contemplando. Es decir, la agresión rusa contra Ucrania estaba en contra de cualquier tipo de planteamiento que provenía ya de la Carta de las Naciones Unidas y de todos los elementos internacionales que se han venido pactando a lo largo de los últimos ochenta años. Yo creo que, desde ese punto de vista, hemos perdido un elemento básico de comportamiento internacional, que era la previsibilidad. Más o menos sabíamos cómo nos íbamos o cómo se iban a comportar unos y otros. En este momento lo tenemos perdido. Y el contemplar a unos Estados Unidos que pactan con el agresor, con Putin, que es un criminal de guerra según las instituciones internacionales, precisamente para acabar imperfectamente con una guerra que al mismo tiempo también suponía un destrozo brutal de la norma internacional, es algo enormemente preocupante.
Yo creo que lo que España tiene que hacer, lo que Europa tiene que hacer, es seguir exactamente donde estaba, en lo que es la democracia liberal, en lo que es la supremacía del derecho, la norma de la ley, la existencia de los derechos humanos. Que Europa no está suficientemente preparada o suficientemente dispuesta es evidente., y también es evidente que tenemos que mejorar las normas interiores y exteriores de comportamiento de Europa. Es evidente que tenemos que llegar también a un elemento absolutamente fundamental, que es la capacidad defensiva. Es decir, que Europa efectivamente tenga una capacidad defensiva propia. Y, al mismo tiempo, tenemos que replantearnos cuáles son las relaciones con el mundo exterior. No cabe duda de que en este momento las relaciones entre Europa y los Estados Unidos están sometidas a una grave y profunda duda. ¿Siguen siendo los Estados Unidos el aliado de la Europa democrática? Pues tenemos que plantearnos alguna duda al respecto.
P. Se están poniendo las piezas de un nuevo Orden Mundial. Ahora le toca a Europa pronunciarse, incluso buscando alianzas distintas a la tradicional con Estados Unidos. Incluso China podría convertirse en un aliado de la Unión Europea, no sé qué tal sentaría eso en Estados Unidos...
R. Yo creo que lo primero que tenemos que hacer es fortalecer Europa. Segundo, fortalecer lo que quede de la OTAN. Hay que recordar que en la OTAN están los Estados Unidos, pero a los Estados Unidos de Trump la OTAN no les gusta nada. Trump dijo en un momento determinado que la OTAN era una organización obsoleta. Pero hay que recordar que ahí está Canadá. Hay que establecer ese negocio con esa relación con Canadá. Hay que establecer también la relación con todos aquellos países que están lejanos de nosotros, pero que están exactamente viviendo los mismos principios. Ahí está Australia, ahí está Japón, ahí está Corea del Sur, ahí están los países hispanoamericanos que viven en democracia, de manera que no estamos solos. Pero esa posibilidad, esa alianza, hay que buscarla. Vuelvo a repetir, la previsibilidad que teníamos era fundamentalmente basada en una capacidad disuasoria, pero al mismo tiempo también en el respeto a una serie de valores. Si eso no existe, llega el conflicto, que es lo que ha pasado en la historia; es decir, lo que estamos contemplando en este momento, por ejemplo, en Ucrania, es exactamente igual a lo que pasó en el año 38 y 39 con los Sudetes, con Hitler, con Checoslovaquia y con la invasión de Polonia por parte de los alemanes y de los soviéticos.
P. ¿Qué le parece el papel de Pedro Sánchez, que está montando un relato en torno a su capacidad como portavoz en la Unión Europea de la corriente contra Trump, y luego a nivel nacional como el capaz de frenar el bloque PP-Vox?
R. Yo creo que primero convendría que ese tipo de planteamientos internacionales no les diera necesariamente un planteamiento nacional. Yo creo que lo que tiene que hacer Sánchez es procurar por lo que no está procurando, que es recuperar el sentido de la vida democrática española. Estamos contemplando una desviación, una degradación de las normas democráticas, que es muy grave. Segundo, desde ese punto de vista, que deje de hablar de Vox. Ya sabemos que en el fondo lo que está haciendo cuando habla de Vox es también incluir al Partido Popular. Dejemos esos temas. A mí me parece muy bien que esté en contra de Trump, pero en este momento -también hay que reconocerlo y soy el primero en lamentarlo- la solidez, la virtualidad, la capacidad, la resonancia internacional de España no es de la mejor de las posibles; de manera que todo ese tipo de planteamientos no tienen el eco que podrían tener.
Yo creo que está bien que esté en contra de Trump, tenemos que considerar también qué es lo que hacemos con los americanos. España tiene unas relaciones bilaterales con los americanos muy antiguas y muy sólidas. Ahí están las bases (militares) americanas, ¿qué vamos a hacer con ellas? ¿le vamos a decir a Trump que las retire? Tengamos cuidado desde ese punto de vista. Y tengan cuidado aquellos que son responsables directos de la vida política. Yo creo que hay que tener una idea muy clara de lo que está ocurriendo, pero al mismo tiempo también hay que tener una capacidad de decisión para evitar lo peor.
P. Ha hablado usted de la pérdida de influencia internacional de España. Donde ha tenido más influencia España tradicionalmente, y también en las últimas décadas, es en el ámbito iberoamericano. Sobre la gestión de casos tan delicados pero tan claros como el de Venezuela, donde hay un señor que perdió unas elecciones, que le ha dado igual, que se ha proclamado presidente... ¿está siendo suficientemente clara la voz de España en asuntos como este?
R. A mí me gustaría que me explicaran qué es lo que hacía la señora Delcy (Rodríaguez) aquí en Madrid hace un par de años, qué es lo que traía en las maletas, quién la había traído y que, por ejemplo, el señor Ábalos nos explicara exactamente cuál era la relación que se había establecido con esa señora, que por otra parte, al entrar en España, estaba también violando una decisión que había tomado la Unión Europea, que era considerar a todos los venezolanos gubernamentales incapaces de entrar en Europa.
Por otra parte, los temas que nos están llegando, las noticias que nos están llegando de las relaciones entre el Partido Socialista o el Gobierno español y el gobierno de Maduro, pues tienen algo de preocupante. Yo no estoy en el detalle de esas historias, pero habría que preguntarle también al expresidente Zapatero cuáles son esas relaciones, porque evidentemente él está jugando un papel. En cualquier caso, lo que es evidente es que Maduro es una catástrofe. No es únicamente un dictador. Todos los dictadores acaban siendo una catástrofe, pero hay en este momento ocho millones de venezolanos que en el curso de los últimos años han decidido exiliarse de Venezuela como consecuencia. Y estamos manteniendo buenas relaciones con ese país.