Fracturas abiertas de extremidad inferior: Motos, tabaco y microcirugía
Las motos y el tabaco, juntos, resultan un combo explosivo al sufrir fracturas en las extremidades. La microcirugía surge como una técnica novedosa para tratar estas lesiones

(Foto de ARCHIVO) Intervención quirúrgica de Traumatología en el Hospital de Linares.
Un comentario habitual en los quirófanos de traumatología y cirugía plástica, es que tenemos trabajo en gran parte gracias al tabaco y a las motos. Dicho de otra manera: si desapareciesen ambos, muchos de nosotros estaríamos dedicándonos a otra cosa. El cóctel que se produce cuando mezclamos ambos ingredientes es explosivo. Pero no se esperan cambios de momento.
El Instituto Nacional de Estadística afirma que, aunque el consumo de cigarrillos en España sigue en retroceso, más del 20% de la población española es fumadora (con mayoría masculina en todos los grupos de edad excepto entre los 35 y 44 años, donde el porcentaje de fumadoras es mayor que el de hombres) y también más del 20% ha sido fumador activo; es decir, un 55% de la población quedamos con fumadores pasivos o unicornios no expuestos al humo del tabaco. El porcentaje de fumadores diarios es mayor en el levante español y en la zona centro y sur de España, un dato curioso, y preocupante en ese cóctel: hace mejor tiempo en esas zonas, por lo que es más habitual el desplazamiento en moto.
La matriculación de motos se incrementa cada año, con excepción lógica del año 2020 debido al impacto de la pandemia por Covid-19. Es Barcelona la ciudad con más motos en números absolutos de España, y destacan Gerona, Granada y Málaga como las ciudades con mayor densidad, con más de 10 motos por 100 habitantes. El mercado motero no deja de crecer en nuestro país, y somos productores habituales de campeones del mundo de motociclismo.
No pretendo equiparar estos sectores, motos y tabaco, ni hacerlo con su posible impacto sobre la salud, algo absolutamente fuera de todo debate. Pero sí merece la pena llamar la atención de la combinación de estos elementos cuando, tras un accidente, las cosas no van tan bien.
El paciente característico con peor evolución de las fracturas es aquel motero que sufre un accidente, principalmente en núcleo urbano, y resulta que es fumador. Mucho se ha hablado sobre los quitamiedos en las carreteras y la búsqueda de soluciones para evitar el efecto guillotina sobre las extremidades en caso de accidentes. Pero los impactos de los motociclistas con farolas, semáforos y árboles, o cualquier otro elemento urbano, además de la trampa mortal que supone el tráfico en ciudad cuando el propio conductor de un vehículo es parte del chasis, suponen una importantísima causa de lesiones muy importantes en nuestro cuerpo, principalmente en la extremidad inferior. Nada se habla del impacto del tabaco en esas fracturas, muchas veces abiertas (es decir, con lesión de la piel y exposición el foco de fractura, lo que incrementa exponencialmente el riesgo de infección ósea) y con lesiones asociadas de otras estructuras, como músculos, tendones, vasos sanguíneos y nervios. La presencia de tabaquismo es “letal”.
El abordaje moderno de esas lesiones es integral: deben atenderse de entrada, y de forma prioritaria, tanto hueso como partes blandas, y ambas deben entenderse como fundamentales en la recuperación de los pacientes. Manejamos en sanidad una clasificación clásica de fracturas abiertas, y unos métodos de graduación de los daños de estas lesiones que nos sirven para establecer pronósticos, individualizando así las opciones terapéuticas, incluida la amputación de la o las extremidades. Decisión muy dura para todos, nunca deseada por nadie, pero la mejor opción desgraciadamente en muchos casos.
Entre estas opciones reparadoras, la técnica conocida como microcirugía es fundamental. Gracias a ella somos capaces de reparar estructuras microscópicas con hilos más finos que un cabello, incluyendo vasos sanguíneos y nervios, transferir tejido vascularizado de otra parte del cuerpo (los llamados colgajos) para restaurar la pérdida de piel o cubrir las fracturas y las placas empleadas para su reparación, pero no somos capaces de reparar ni hacer nada por mejorar la microcirculación ósea o cutánea, dañada por defecto por el tabaco. Un fumador tiene un riesgo mucho mayor de que las fracturas óseas no consoliden o lo hagan de forma aberrante, los tendones no se deslicen de forma correcta, y las cicatrices cutáneas se abran en el postoperatorio, infectando seriamente todo el montaje por debajo.
Y no se trata de algo dosis dependiente, que ocurre más en procesos oncológicos donde fumar un paquete al día es mucho peor que fumar un cigarrillo al día, sino que la dehiscencia de la sutura de las cicatrices y la falta de consolidación de los huesos afecta desde el primer cigarro.
Las fracturas abiertas de las extremidades constituyen un desafío importante en cualquier centro hospitalario que involucran a muchos especialistas, desde traumatólogos y cirujanos plásticos, obviamente anestesistas e intensivistas, a radiólogos, rehabilitadores e internistas expertos en enfermedades infecciosas. El abordaje experto y multidisciplinar es fundamental en el éxito del tratamiento. Suponen un motivo de bajas laborales e incapacidades muy importantes, el despliegue de medios es impresionante, y son pequeñas diferencias las que pueden marcar la evolución de los pacientes.
Somos capaces de tomar hueso de una pierna y ponerlo en el brazo o en la otra pierna sin generar grandes secuelas, insertar complejas placas de titanio que ayuden a una recuperación del hueso más rápido, recuperar movilidad transfiriendo tendones o unir pequeños vasos sanguíneos que aseguren que la piel que tomamos del abdomen, la ingle o el muslo viva adecuadamente generando un entorno excelente para que huesos y tendones se recuperen. Pero no podemos dejar de fumar por el paciente. Sea o no motero.