Ni borrachas ni sin bragas

Una mujer durante las manifestaciones con motivo del 8M
Decía Marie Curie que ella no creía que por ser mujer debía merecer un trato especial porque, de creerlo, estaría reconociendo que es inferior a los hombres. No puedo estar más de acuerdo. Reivindicar la igualdad de derechos, deberes y oportunidades es una responsabilidad que tenemos todos como personas. Exigir cuotas, listas cremallera, beneficios y tratos especiales es dar la razón a quien nos tachó de sexo débil, y servidora no está por la labor.
Por eso no me gustan las manifestaciones del 8M en las que se criminaliza a los hombres, se mezclan churras con merinas, se priman determinadas ideologías o se les da un papel protagonista a mujeres que han hecho más daño a otras mujeres que la mayoría de los hombres.
No me representan quienes aplauden a la profesional que alcanza un puesto relevante pero al mismo tiempo critican y desprecian a la que opta voluntariamente por dedicarse a cuidar de su familia. No comulgo con cánticos que convierten en sospechosa de delitos muy graves a la mitad de la humanidad por el mero hecho de nacer con testículos, ni en los que consideran que la igualdad consiste en poder llegar borrachas, solas y sin bragas a casa.
No entiendo a quienes dicen defendernos pero jamás levantan la voz contra regímenes que nos consideran poco más que bestias de carga, y sobre todo, me produce un auténtico pasmo ver cómo políticas que conociendo los presuntos abusos sexuales de sus compañeros han mirado hacia otro lado, salen una año más detrás de la pancarta erigiéndose en adalides de un feminismo con el que estoy absolutamente segura, mujeres como Marie Curie, a la que, por cierto, no le llegan ni a la suela del zapato, no se identificarían jamás.