EDITORIAL
El síndrome de Hubris o un Sánchez fuera de la realidad
Si aplicamos esta 'enfermedad del poder' a la política española es fácil pensar de inmediato en el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez

El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, en Moncloa.
El político y neurólogo británico Lord David Owen, ministro de Sanidad y de Exteriores de Reino Unido en los años 70, escribió un libro en 2008 titulado 'En el poder y en la enfermedad' en el que analiza el comportamiento de relevantes políticos como Kennedy, Mitterrand, Tony Blair o George Bush, entre otros, analizados desde el punto de vista médico. A su juicio, todos ellos compartían la 'enfermedad del poder' que él llamó el síndrome de Hubris, un trastorno que aparece tras años en los más altos cargos de responsabilidad y que consiste en el desarrollo de un ego desmedido y un desprecio por las opiniones de los demás que lleva a una desconexión con la realidad.
Si aplicamos esta 'enfermedad del poder' a la política española es fácil pensar de inmediato en el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Encaja a la perfección con esa definición del síndrome de Hubris que probablemente tiene una versión más autóctona bautizada en España como Síndrome de la Moncloa. En menor o mayor grado siempre se ha achacado a los distintos presidentes del Gobierno esta dolencia. Cuantos más años en el poder, más acusado el síndrome y peor aún en momentos de máxima tensión. Los gobernantes tienden a encerrarse en sí mismos, presas de su propio ego, incapaces de atender una crítica y, en consecuencia, cada vez más aislados de la realidad, creyéndose la que ellos mismos se fabrican.
Es innegable que Pedro Sánchez sufre el síndrome de la Moncloa o de Hubris. Ha quedado muy patente con su comparecencia de este lunes en La Moncloa para hacer balance del año. Allí ha dibujado una España idílica, el "cohete" económico del que ha hablado en otras ocasiones. Y sobre todo ha vuelto a insistir en la inocencia del fiscal general a raíz de que la UCO no haya encontrado mensajes en su móvil. Ignora que los mensajes fueron borrados, lo que en lugar de exonerar a García Ortiz aumenta las sospechas sobre él. Pero el presidente del Gobierno no lo ve así. Con sonrisa socarrona se burla de los que tienen bajo la lupa al fiscal general. Da la impresión de que cree realmente lo que dice.
Esa misma sensación se produce cuando anuncia que irá a hacerse la foto con Carles Puigdemont porque España "ya ha pasado página". No se da cuenta de que el político catalán sigue siendo un prófugo de la Justicia sobre el que pesa una orden de detención en nuestro país. En absoluto España ha pasado página. Ni muchos españoles ni los jueces. Pero Sánchez, con la misma contundencia que prometía no hace tanto traer a Puigdemont ante un tribunal, se despacha ahora diciendo que él mismo irá a estrecharle la mano.
Sánchez "ha enloquecido", dijo hace unos días la presidenta de la Comunidad de Madrid. Y no iba desencaminada. El síndrome de La Moncloa o de Hubris se ha apoderado de él y sus pies no tocan el suelo. Está fuera de la realidad y se cree en serio las cosas que dice y hace, desde el encierro de cinco días por amor, hasta sus acusaciones a políticos, jueces y periodistas de confabular contra él, pasando por la creencia irreal de que el fiscal general es inocente porque en su móvil no había ningún mensaje. Es demencia, es Pedro Sánchez.