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Sánchez decepciona a los suyos: gran malestar en el PSOE por la ingerencia de Ferraz en las regiones

Con la Legislatura cuesta arriba, el presidente fuerza a María Jesús Montero a liderar el PSOE-A

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta primera, María Jesús Montero

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta primera, María Jesús MonteroJesus Hellin/STUDIO MEDIA 19

Ricardo Martín
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Los diferentes 'frentes' que a finales de 2024 oscurecían el panorama del presidente Sánchez no se han despejado con la llegada de 2025. Mientras los éxitos económicos siguen sumando titulares y felicitaciones de los institutos económicos de medio mundo, se mantiene la presión judicial sobre el entorno del Presidente y el Fiscal General del Estado; y crece el distanciamiento con sus socios parlamentarios: Junts, Podemos y ERC.

Precisamente para alinear a todos los grupos que le apoyan, Sánchez ha lanzado dos iniciativas que pueden concitar la unidad en torno a su figura: la conmemoración del final de la Dictadura (un guiño a la izquierda más allá del PSOE y los nacionalistas), y la proposición de Ley para limitar la acción judicial en determinados supuestos y la supresión del delito de ofensas a las religiones.

Independientemente de estas 'maniobras de distracción', el gran tema de la Legislatura -la aprobación de los próximos Presupuestos Generales del Estado- sigue un camino tortuoso e incierto, colocando a la vicepresidenta Montero en el ojo del huracán como única responsable -mandatada por el Presidente- para que encaje las piezas del puzzle y logre cuadrar las reivindicaciones de los socios parlamentarios en torno a los PGE.

Precisamente cuando Pedro Sánchez necesita más que nunca el aliento de su partido, es decir, un apoyo explícito y unánime, se ha abierto una vía de agua interna -la elección de dirigentes regionales del PSOE-, que ha generado gran malestar en los cuadros medios socialistas, y la decepción de un incontable número de 'sanchistas', que empiezan a cuestionar el excesivo personalismo de su líder.

La designación de María Jesús Montero para derrotar al actual presidente de la Junta de Andalucía, Moreno Bonilla, es una cabezonería de Sánchez, que supone sacrificar a una persona de lealtad probada como Juan Espadas. La intrahistoria de la elección de Montero (que no quería ir de candidata "ni atada") es rocambolesca: el número 3 del PSOE -Santos Cerdán- apostaba fuerte por su persona de confianza -Juanfran Serrano-, que no gustaba a Sánchez. Para evitar el choque de Espadas y Serrano, decidió presionar a Montero para liderar el PSOE andaluz.

Las primarias fueron antaño una seña de identidad de Sánchez, con aquel slogan de "dar la palabra a la militancia". Tras el apartamiento voluntario del líder del PSOE de Castilla y León, Luis Tudanca, tampoco habrá primarias en ese territorio, y la retirada también voluntaria de Juan Lobato impedirá que en la Comunidad de Madrid el candidato oficialista Óscar López tenga competencia.

Sánchez pretendía reforzar los liderazgos regionales para recuperar los gobiernos autonómicos y municipales perdidos en 2023 aupando a ministros en activo y dirigentes nuevos; pero la estrategia no ha cuajado, y el PSOE tiene -a fecha de hoy- sólo alguna posibilidad de configurar gobiernos de izquierda en dos regiones: Extremadura y la Comunidad Valenciana.

Eso sí, gracias a su estrategia de designación de dirigentes regionales afines, Sánchez habrá logrado controlar las baronías, dificultando -al tiempo- las operaciones en marcha para gestionar el postsanchismo; protagonizadas, precisamente, por aquellos que dicen haberse "apartado voluntariamente".  

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