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DERECHO A LA PROTESTA

Despidiendo al bisiesto

No olviden que nuestros pensamientos fabrican nuestra realidad

Cartel luminoso en la Puerta del Sol.

Cartel luminoso en la Puerta del Sol.

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No queda nada para despedir este 2024, el bisiesto que será recordado como el año de la dana de Valencia. No ha sido una tragedia más, sino la mayor de este siglo en España y, además, en esta ocasión nos ha tocado muy de cerca. A menos de doscientos kilómetros, habiendo tenido los nubarrones sobre nuestras cabezas solo un día antes de que descargaran sobre la provincia vecina. Hay tantos miles de personas afectadas que no podemos olvidarnos de ellos, aunque haya sucedido lo que suponíamos, que llegarían las Navidades y nos haríamos los desentendidos, al ser poseídos como cada año por nuestras costumbres y desparrame habituales y también por las ganas de olvidarnos por unos días de la realidad que nos circunda. En este caso, demasiado pasotismo si tenemos en cuenta que muchos de nuestros vecinos lo han perdido absolutamente todo, y que los afectados podríamos haber sido nosotros. La solidaridad del principio no puede olvidarse de un plumazo, debemos continuar con el esfuerzo y pelear para que las ayudas públicas lleguen lo antes posible a los afectados.

Mientras la gente se prepara para recibir al 2025 como se merece, me niego a decir en voz alta que espero que sea un año mejor que el actual, pues no me ha ido tan mal, a decir verdad. Los ha habido muchísimo peores, a falta de dos días para darle puerta a éste y espero que así siga hasta las campanadas. Podríamos, en un ataque de sensatez, pedir que el año próximo nos quedemos más o menos como estamos, o bien ponernos a fantasear con la cantidad de cosas maravillosas que nos pueden suceder. Ustedes mismos, pero no olviden que nuestros pensamientos fabrican nuestra realidad.

Hay, por el contrario, algunos pesimistas que vaticinan los mayores desastres para el próximo año, pues dicen que la guerra se extenderá hasta nosotros. E, incluso, he oído que hay quienes planean salir huyendo en caso de que se consuma esta profecía, en busca de refugio a Latinoamérica. No es que me parezca mal plan, que hay sitios maravillosos por allí y en algunos me encantaría perderme, pero ya lo he dicho y me reafirmo: si van a lanzarnos misiles, espero que me pillen de lleno. No quiero otro mundo que no me resulte reconocible. Me encanta esta España disparatada, caótica y llena de contrastes y contradicciones. Con la edad me estoy volviendo cada vez más nacionalista, y ando con el moco colgando cada vez que suena el himno. Así que, si nos involucran en cualquiera de los conflictos armados existentes o posibles -cosa que no se descarta, porque esa combinación Elon Musk-Trump da miedito-, y yo dejara este mundo, espero que me lloren mi familia, amigos y viudos hipotéticos, y asunto concluido. Y no es que me dé por amortizada, como el 2024, pero estoy a tope de experiencia de la vida.

Visto así, con la perspectiva de una posible hecatombe mundial, que el Gobierno quiera meterse hasta la cocina en los procedimientos judiciales penales, que pretenda cambiar el curso natural de las cosas, alterando la división de poderes que inventó Montesquieu y que tan magníficos resultados ha dado, parece una fruslería. Una cosa menor. Pero no lo es. Los jueces son los instructores de las causas penales hasta la fecha y así debe seguir siendo, porque garantiza la objetividad de los procedimientos. No los fiscales, que hasta ahora ejercen la acusación pública, y a quienes quiere trasladar esa facultad el Gobierno. Así las cosas, ¿qué vamos a hacer con los jueces instructores, que ya no tendrían que instruir? Es demasiada casualidad que, con la esposa y el hermano del presidente investigados -antes se decía imputados, pero lo cambiaron para que no sonara tan horrible- pretendan acometer este cambio legal en este momento, precisamente. Parece obvio el motivo. La democracia se resquebrajaría en caso de llevarse a cabo tal cambio, que espero que no se produzca. El Rey nos recordó que hemos de seguir defendiendo las bases de la democracia en el discurso de Nochebuena, aunque me temo que nos meterán el pizarrín de la reforma cuando más despistados estemos. Ojalá me equivoque.

Mientras tanto, no se amarguen y disfruten de la Nochevieja. Les deseo que tengan un feliz y próspero 2025. 

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