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Ministrillas en la oposición

La señora Alegría sostenía sin empacho que el PP, no Zapatero gobernaba en el 2008 cuando se instauró la infrafinanciación para Valencia

La ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes, Pilar Alegría y la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero.A. Perez Meca

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“La portera, el mozo y el sereno. La portera al mozo: ¡Ay! Señor Juan, y cómo están los tiempos! El mozo: Pus... ¡de jarana! La portera: ¡ y sube el vinu! … ¡y el pan! Buenas noches, señor Juan. Buenas noches, seña Juana. El sereno (tras despejar un grupo discutiendo): ¿Te vienes á echar un vasu? (al mozo) El mozo: ¡Hombre!... si es pur compromisu... (al público) Si ustedes me dan permiso … Si non me lo dan, non pasu.”

Es la escena final del sainete en un acto y en verso del periodista palentino Sinesio Delgado, Las modistillas, representado por primera vez en el teatro Lara de Madrid en octubre de 1885. En diciembre, la Regente María Cristina de Habsburgo prestaba juramento en el Congreso de los Diputados. Una joyita cuya lectura recomiendo ya que resulta de plena actualidad. En síntesis: el barullo de modistillas enamoradizas, mozos pobres pero de postín en sus enredos, la portera como medio de comunicación acreditado, y la autoridad, representada por el sereno, invitando finalmente a vino. Saquen ustedes sus propias conclusiones.

A la sazón, las ministrillas del “puto amo” andan comprometidas haciendo oposición al PP allá donde gobierna aunque, con la excepción de Maroto en Madrid y el upgrade de Ribera en Europa, gastan coche o avión oficial, sin bajarse del sillón. Y sin despeinarse. Curiosa manera de estar en el plato y en las tajás (o en misa y repicando). Por mucho empeño que le pongan, tengo para mí que su futuro es más bien incierto, aunque la espera será agotadora.

Todo vale. La señora Alegría (“de la huerta”, suele apostillar con gracia un habitual de la opinión ) sostenía sin empacho que el PP, no Zapatero gobernaba en el 2008 cuando se instauró la infrafinanciación para Valencia. Y la señora Montero (sé que es mucho decir) cómplice irredenta de los Eres anadaluces, tras el blanqueo definitivo del sereno de turno (Conde Pumpido), dispuesta a la tarea imposible de remontar Despeñaperros abajo. ¡Ayyy!

Más llamativo es lo de la pobre (así se autocalifica a menudo sin vergüenza, citando “yaya i mare”) señora Morant, eventual corresponsal de EFE en la Antártida, que no escatima palabras gruesas para referirse a Carlos Mazón, con Baldoví de palanganero y la delegada Bernabé de altavoz. Más llamativo, y más patético e insoportable.

El vocinglero y permanente acoso al presidente de la Generalitat Valenciana, acompañado de diatribas menores (o no tanto, a la vista de los tuits de Borja Sanjuan) contra la alcaldesa de Valencia, me resulta francamente repugnante. Aunque al parecer efectivo en determinados ambientes.

No seré yo quien juzgue su conducta antes, durante o después del terrible 29 de octubre. Si se aplica el verbo con rigor, ya lo hará -si toca- el profesional de la judicatura al que corresponda. Y encuentro, por cierto, tan censurables como inapropiados e inefectivos los mensajes que discursos, pancartas o comentarios lacerantes en las redes sociales pretenden influenciar a la juez de Catarroja que maneja la instrucción.

Entiendo, honestamente, que proteger a Carlos Mazón es proteger a la CV en su conjunto; ideologías aparte. Por el contrario, servir en bandeja su cabeza al adversario sería no solo una temeridad sino una torpeza mayúscula de más que imprevisibles consecuencias.

Dejemos a las ministrillas enredadas en sus cuitas, a los mozos pizpiretos que las cortejan, a las porteras -dicho sea con todo respeto por el oficio casi en extinción- con sus chismes, sus dimes y diretes. Y a los descendientes de aquellos serenos que en su día fueron tan útiles, invitando a vino al personal. Con la complacencia y permiso del público (empresarios, profesionales, intelectuales de una u otra clase, artistas, escritores y periodistas, profesores … y otras gentes de buen vivir). Las tendremos, tan panchas, desfilando este 8M ajenas a las conductas poco ejemplares de conmilitones y socios que otrora las acompañaban con entusiasmo.

Ya veremos cómo acaba todo esto. Y si acaba bien.

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